Los malos sacerdotes en la Iglesia Católica y nosotros los laicos.

El catecismo de la Iglesia nos ha enseñado que los sacerdotes actuan “in nomine totius Ecclesiae” en nombre de toda la Iglesia, (Catecismo # 1552) además de
“in persona Christi” (En persona de
Cristo, cuando está revestido, (Catecismo # 1548)interpretando muchos con esto que los curas son personas santas, intocables, inalterables o inquebrantables.


Divinizando lo humano basados en una interpretacion erronea de lo que la Iglesia nos enseña.



Lamentablemente hay malos, muy malos curas, y no me referiré en este caso a los sacerdotes acusados de pedofilia o abusos, esos ya son muy conocidos, sino a los párrocos de nuestras comunidades que, a través de malos tratos han destruido literalmente comunidades católicas muy bien establecidas.









¿En realidad son santos los hombres consagrados?


 




El
sacerdote es un hombre más, con una consagración especial, pero humanos al fin con
las limitaciones propias de su condición pecadora,
fallan, y muchos lo hacen a menudo, no son
 santos, luchan con sus propias tentaciones y
algunos caen en ellas.





Algunos son celosos de la fe, otros holgazanes, no están para
complacernos, sino para llevar el mensaje de Cristo en una sociedad empecinada
en alejarse de él.






Ya lo decía Benedicto XVI:





” ¿Mala hierba? Existe incluso en lo íntimo de la iglesia y
entre aquellos a los que el Señor ha dado la bienvenida a su servicio en una
forma especial, (los sacerdotes)"

Papa Benedicto XVI





Hay malos curas,
sacerdotes que buscan el estatus y la opulencia, otros que usando su
investidura se aprovechan de la inocencia de los fieles, exigiendo dinero a
cambio de sacramentos. Claro que sí hay malos curas
,
unos que viendo una parroquia dormida se quedan sin ánimo de despertarla. Haciendo de su rutina diaria un transcurso
de misas y siestas.


No son pocos los
sacerdotes que desprecian al laico porque lo creen ignorante de los contenidos
de la Fe, que desdeñan al Pueblo porque no sabe conducirse durante las
celebraciones litúrgicas, que se incomodan con los grupos parroquiales porque
hacen ruido, usan los baños, mueven las sillas, los buscan, les piden consejo…


¿Qué sería de su parroquia
si estuviera vacía? ¿Con quién celebrarían la Eucaristía? ¿A quiénes les predicaría
el amor de Jesucristo nuestro Señor? Sin embargo… mantienen actitudes duras. Es
porque su corazón está duro.


Siempre el Papa Emérito
nos dijo que es preciso "que los
sacerdotes se dediquen con generosidad
a la administración de los
sacramentos, a dar a sus hermanos el tesoro de gracia que Dios ha puesto en sus
manos, no como dueños, sino como
servidores
. Y, junto a esto, ayudar a los fieles a vivir plenamente la
liturgia, el culto y los sacramentos como don divino gratuito y eficaz para la
salvación"


La vida del sacerdote no
es fácil, pero tampoco lo es la vida de un padre o una madre de familia, la de
un empresario o de un trabajador. Los malos sacerdotes son responsables de que
muchos fieles abandonen la vivencia de la Fe o hayan abandonado la parroquia en
la que han crecido y servido, para marchar a otra a esperar a que aquel mal
sacerdote, que un día llegó a patear al rebaño, a deshacer lo bueno que hizo su
antecesor y a imponerse, por miedo a perder poder, sea removido a otra
parroquia. Son tan responsables de la disgregación del rebaño como los padres
de familia son responsables del maltrato a sus hijos.





Como se ve, es muy triste
que un sacerdote sea un mal sacerdote, por eso es tan grave su comportamiento
despótico. Jesucristo se lo hace saber así a Santa Margarita María de Alacoque
en una de sus tres apariciones: "Pero
lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo
de personas consagradas especialmente a mi servicio."





Pero.





En mi vida de Iglesia he
conocido solo un caso de un cura que hace que hasta un obispo nos pida perdón
por sus hechos. Y otro caso que no siendo tan malo como el primero se asemeje
en la falta de entusiasmo por su misión.


 








En cambio he conocido grandes hombres de fe, he conocido
sacerdotes que han dejado todo por seguir a aquel que lo ha llamado, he
conocido hombres que entregan su vida y su salud por esta Iglesia hermosa que
Cristo nos ha dejado. He conocido sacerdotes que con olor a oveja salen a las
periferias de sus parroquias a buscar aquellas ovejas pérdidas de la casa de
Israel. Misioneros, diocesanos, hombres de bien que aún mantienen la llama de
aquel primer llamado. En fin, hombres con defectos y luchas internas, pero
hombres que enfrentan a sus demonios.





Se deben nuestras oraciones, nuestros consejos y direcciones,
como laicos, miembros de una parroquia el amor al párroco involucra la
corrección cuando están errando, la cercanía en sus soledades y la comprensión
en sus desatinos, todo buscando el bien máximo, la salvación de las
almas. 





Hagamos oración por los párrocos, pero también sepamos denunciarles cuando su
autoridad está perdiendo el carácter cristiano. 




Estimados sacerdotes, cito textualmente al Papa Francisco, cuando nos
recuerda que juntos, laicos y sacerdotes
 debemos de avanzar por la construcción del reino





« ¡Cuidado con la tentación de la envidia! ¡Estamos en la
misma barca y vamos al 
mismo
 puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos de los frutos
de
los
 demás, que son de todos»





Y a mis hermanos laicos que
han sido heridos por el mal testimonio de algunos curas, les recuerdo la
respuesta que dio Francisco de Sales cuando le preguntaron sobre su postura en
relación al escándalo que causaban tantos de sus hermanos sacerdotes: “Los que
cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un
asesinato, destruyendo la fe de otras personas con su pésimo ejemplo, pero
estoy aquí entre ustedes para evitarles un mal aún peor. Mientras que los que
causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que permiten que
los escándalos destruyan su fe, son culpables de suicidio espiritual. Son
culpables de cortar de un tajo su relación con Cristo.





Sí, hay malos curas pero
citando a Benedicto XVI nuevamente, no me permito que "la oscuridad de unos pocos apague la luz de muchos".







Paz y bien.

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